Operación Esquimal (Operación Husky)
Publicado: 01 03 2009 23:34
				
				Operación Esquimal (Operación Husky)
Mapa de Sicilia, 'Operación Husky'. Situación de las posiciones de Aliados y Eje
Mapa de Sicilia, 'Operación Husky'. Situación de las posiciones de Aliados y EjeDos meses después de rendirse las tropas del Eje en África, el 10 de julio de 1943, los aliados cruzaban el Mediterráneo y desembarcaban en Sicilia. El mismo cuadro de mandos que había derrotado al Eje en Túnez (Dwight D. Eisenhower, sir Harold Alexander, Arthur Tedder y sir Andrew Cunningham) se encargó de la operación, pero en el Mediterráneo encontraron serias dificultades entre ellos.
Los americanos deseaban limitar los objetivos en tal forma que se ahorraran las principales fuerzas aliadas para la invasión del Canal (cuyo nombre en clave era "Overlord"), programada originalmente para la primavera de 1944. Los británicos en cambio, que no olvidaban lo del Somme y Passchendaele, ni tampoco Dunkerque, parecían más dispuestos a seguir atacando el suave bajo vientre de Europa, penetrando en Italia y tal vez por los Balcanes. Esta discrepancia, iba a costar muchas vidas aliadas.
Esquimal fue la primera operación anfibia aliada en gran escala contra Europa, en la que tomaron parte más de 3.200 barcos para transportar a 160.000 soldados a Sicilia.
Tropas británicas desembarcando en Sicilia
El 9 de julio de 1943 el VII Ejército norteamericano, a las órdenes del teniente general George S. Patton, desembarcó en las playas del Noroeste, entre Licata y Scoglitti, centro de sus cabezas de playa de Gela. El VIII Ejército británico, que también llevaba tropas canadienses, lo hizo a ambos lados de la punta sur de la isla, en el flanco derecho norteamericano, entre Pozzalo y Siracusa. Frente a ellos tenían a diez divisiones italianas y otras tres y media alemanas, que componían unos 400.000 hombres, al mando del mariscal de campo Albert Kesselring.
A excepción de un duro contraataque alemán en la cabeza de playa de Gela, rechazado por los americanos con ayuda del bombardeo de la Armada Real, los desembarcos se realizaron rápida y uniformemente.
La mayor parte de los italianos, que estaban hartos de la guerra, no querían combatir y se dispersaban. Pero tres escogidas divisiones nazis (la División Hermann Goering, la 15 Blindada de Granaderos y la 29 Motorizada), reforzadas por veteranos paracaidistas, componían un total de 90.000 hombres dispuestos a la lucha.
Patton se dirigió hacia el Norte y el Oeste, y en el espacio de tres semanas se apoderaba de la mitad occidental de Sicilia. Las tropas de Montgomery encontraron menos resistencia en las cabezas de playa y aseguraron rápidamente el necesario puerto de Siracusa, pero en lo sucesivo hallaron mayor oposición.
El principal objetivo aliado consistía en conquistar Messina, frente a la península italiana, único embudo para que los alemanes recibieran suministros y refuerzos y único punto de escape. Cuatro carreteras conducían a Messina: dos rutas costeras que partían, una de Palermo y corría a lo largo de la costa norte de la isla y la otra desde Siracusa, bordeando la costa oriental; y otras dos por tierra adentro, de las que una pasaba por Troino y la otra por Adrano, para juntarse ambas en Randazzo.
Como el VIII Ejército británico, que marchaba por la carretea de la costa oriental, constituía una gran amenaza para Messina, los alemanes concentraron frente a él su mayor potencial. Además, el terreno se mostraba favorable a la defensa. Fuertemente atrincherados en el monte Etna, de 11.000 pies de altura, los alemanes dominaban la llanura de Catania y desde su emplazamiento contuvieron a Montgomery durante tres semanas. Reforzado con tropas de montaña, Montgomery lanzó su flanco izquierdo a las laderas occidentales del monte Etna e inició la marcha por la carretera interior que iba desde Adran a Messina, mientras su flanco derecho avanzaba por la carretera costera del lado oriental de la montaña.
Aunque inferiores en número, los alemanes ofrecieron una dura resistencia, disputando el terreno palmo a palmo e intentando sacar de Sicilia el mayor número de tropas. Tan resuelta y tenaz era la firmeza, que Patton se vio varias veces obligado a flanquear la retaguardia mediante desembarcos a espaldas del enemigo. En uno de éstos realizado en Brolo, Jack Belden describe cómo fue rota la resistencia enemiga:
Soldados escoceses en Noto
Escalamos los empinados lados de nuestros "patos" (embarcaciones de desembarco) y sobre ellos, semejantes a bomberos encaramados en un peldaño de escalera, aguardamos a que nuestra embarcación estuviera más cerca de la costa. El aire era sofocante. Un hombre vomitó. Esto me recuerda cuando solía beberme el quita barnices, dijo una voz, pero nadie se rió.
En la densa oscuridad no veíamos nada, sólo una lucecilla que pendía sobre nosotros en la negrura. En este instante hubo un sonido ahogado de un mecanismo en marcha. La gran puerta de rampa se abrió ligeramente. Un recuadro de luz gris se deslizó dentro. Sentados, sin perder de vista el reguero de luz, que iba haciéndose mayor, nos preguntábamos qué habría detrás de aquella puerta que descendía lentamente... Ahora dirigimos la mirada hacia las estrellas. A continuación vimos el pico escarpado de Monte Brolo, las crestas más bajas de las colinas, la húmeda boca del mar.
Nuestro "pato" se deslizó hasta el agua y nadó sin esfuerzo hacia la costa. El tubo de escape bajo el agua apenas sonaba. Cerca, un destructor apuntaba con sus cañones, amenazantes y silenciosos, pero dispuestos al disparo. Le echamos una mirada de agradecimiento y seguimos adelante.
En la playa brillaban dos luces amarillas como dos estrellas errantes. Nuestros ingenieros habían marcado bien la meta y nos dirigimos confiados hacia ella. Entonces, en una parte de la isla, una lluvia de chispas salpicó la negrura de bolas rojas y naranjas. ¿Eran explosiones nuestras o del enemigo? ¡Que importaba! La sorpresa había desaparecido.
Paramos el tubo de escape. Los motores rugieron abiertamente. Nuestros "patos", salpicados de espuma se lanzaron contra la playa.
Con una agitación instantánea se levantaron sobre el agua y sacudiéndose la espuma, avanzaron hacia tierra seca. Eran las 3,15... ¿Salten! ¡Salten!, gritó el mayor Fargo, jefe del batallón. Dimos un volteo hasta caer a tierra.
A ciegas, arando la arena con nuestros pies seguimos a Fargo. Las alambradas nos agarraron. Las tijeras comenzaron a funcionar, nos libramos de ellas y proseguimos la marcha.
Me agaché cuanto pude para no destacar mi silueta. Crucé un embarcadero ferroviario. Me deslicé por un jardín. Hice como si caminara por una cuerda floja. Había que mantener el equilibrio. Reprimí un deseo de reír. Tal vez me estaba volviendo loco a causa de la guerra.
No tardamos en llegar a un limonar. Las siluetas revoloteaban en la oscuridad. Se oían susurros: ¿Dónde está la compañía G? ¿Dónde la compañía F? ¿Dónde la carretera? ¿Y la colina? ¿Sigan moviéndose! Torcimos hacia la derecha, e hicimos alto ... Al girar bruscamente hacia la izquierda, por donde habíamos oído el murmullo de figuras en movimiento, nos topamos contra una línea de alambradas. Al detenernos silbó sobre nuestras cabezas un disparo de fusil. Instantáneamente empezaron a sonar tiros por todas partes. ¿Eran nuestros o del enemigo? ¿Qué más daba! Cualquier bala podía matarnos.
 
Nos echamos a tierra. Un sargento llamado Daily que se había unido a nosotros cortó un trozo de alambrada. Nos deslizamos por debajo de ella y no refugiamos tras un muro de piedra. Ya no sentía ganas de reir.
"¡Pap, pap, pap!", se dejaba oír un sonido en movimiento por la carretera. Una motocicleta. Instantáneamente abrieron fuego los fusiles desde un lado de la carretera. Los neumáticos chillaron sobre el pavimento pétreo. Un motor sonó a toda marcha, luego se extinguió.
Ahora rugía hacia nosotros el sonido de varios motores. Esperamos emboscados bajo el muro, tensos y silenciosos. Como un fuego crepitante, los fusiles y ametralladoras hendían el aire. Amparados por las ráfagas luminosas de las balas trazadoras, pudimos ver radios de ruedas y los fogonazos rojos de los proyectiles que pasaban a través de ellos.
Una explosión más fuerte sacudió el muro donde nos apiñábamos. El teniente Thomas Rodgers estaba disparando su arma antitanque. El resplandor de una llamarada despejó la oscuridad, dejando ver un camión escorado y el rostro despavorido de su conductor.
Luego, la oscuridad de la noche ahogó la llamarada y en las tinieblas, se oyó una colisión, cristales rotos y el alarido de un hombre.
La noche estaba llena de gritos, balas y figuras en movimiento. Imposible saber lo que sucedía. Un soldado puso su mano sobre el hombro de alguien y preguntó ¿A qué unidad perteneces? Una voz contestó Mein Gott. Sonó el disparo de una pistola, un grito y el estertor de la agonía.
Palermo, la ciudad más poblada de Sicilia, cayó en manos de los Aliados el 23 de julio de 1943. Tanques norteamericanos desfilando por las calles de la ciudad ante el entusiasmo, la expectación o la simple curiosidad de sus habitantes
Los alemanes, amparados por la oscuridad y una fuerte cortina de fuego antiaéreo, rescataron en la llamada Operación Lehrgang (Aprendizaje), a más de 60.000 de sus 90.000 soldados, así como la mayor parte de su material y lo pasaron a través del estrecho de Messina a la península italiana. El 17 de agosto, después de 39 días de lucha, las columnas de Patton, seguidas de las de Montgomery, entraban en Messina, poniendo fin a la conquista de Sicilia. Las pérdidas aliadas fueron de 31.000 bajas, entre muertos, heridos y desaparecidos, por 37.000 bajas alemanas y 130.000 italianas
Los americanos deseaban limitar los objetivos en tal forma que se ahorraran las principales fuerzas aliadas para la invasión del Canal (cuyo nombre en clave era "Overlord"), programada originalmente para la primavera de 1944. Los británicos en cambio, que no olvidaban lo del Somme y Passchendaele, ni tampoco Dunkerque, parecían más dispuestos a seguir atacando el suave bajo vientre de Europa, penetrando en Italia y tal vez por los Balcanes. Esta discrepancia, iba a costar muchas vidas aliadas.
Esquimal fue la primera operación anfibia aliada en gran escala contra Europa, en la que tomaron parte más de 3.200 barcos para transportar a 160.000 soldados a Sicilia.
Tropas británicas desembarcando en SiciliaEl 9 de julio de 1943 el VII Ejército norteamericano, a las órdenes del teniente general George S. Patton, desembarcó en las playas del Noroeste, entre Licata y Scoglitti, centro de sus cabezas de playa de Gela. El VIII Ejército británico, que también llevaba tropas canadienses, lo hizo a ambos lados de la punta sur de la isla, en el flanco derecho norteamericano, entre Pozzalo y Siracusa. Frente a ellos tenían a diez divisiones italianas y otras tres y media alemanas, que componían unos 400.000 hombres, al mando del mariscal de campo Albert Kesselring.
A excepción de un duro contraataque alemán en la cabeza de playa de Gela, rechazado por los americanos con ayuda del bombardeo de la Armada Real, los desembarcos se realizaron rápida y uniformemente.
La mayor parte de los italianos, que estaban hartos de la guerra, no querían combatir y se dispersaban. Pero tres escogidas divisiones nazis (la División Hermann Goering, la 15 Blindada de Granaderos y la 29 Motorizada), reforzadas por veteranos paracaidistas, componían un total de 90.000 hombres dispuestos a la lucha.
Patton se dirigió hacia el Norte y el Oeste, y en el espacio de tres semanas se apoderaba de la mitad occidental de Sicilia. Las tropas de Montgomery encontraron menos resistencia en las cabezas de playa y aseguraron rápidamente el necesario puerto de Siracusa, pero en lo sucesivo hallaron mayor oposición.
El principal objetivo aliado consistía en conquistar Messina, frente a la península italiana, único embudo para que los alemanes recibieran suministros y refuerzos y único punto de escape. Cuatro carreteras conducían a Messina: dos rutas costeras que partían, una de Palermo y corría a lo largo de la costa norte de la isla y la otra desde Siracusa, bordeando la costa oriental; y otras dos por tierra adentro, de las que una pasaba por Troino y la otra por Adrano, para juntarse ambas en Randazzo.
Como el VIII Ejército británico, que marchaba por la carretea de la costa oriental, constituía una gran amenaza para Messina, los alemanes concentraron frente a él su mayor potencial. Además, el terreno se mostraba favorable a la defensa. Fuertemente atrincherados en el monte Etna, de 11.000 pies de altura, los alemanes dominaban la llanura de Catania y desde su emplazamiento contuvieron a Montgomery durante tres semanas. Reforzado con tropas de montaña, Montgomery lanzó su flanco izquierdo a las laderas occidentales del monte Etna e inició la marcha por la carretera interior que iba desde Adran a Messina, mientras su flanco derecho avanzaba por la carretera costera del lado oriental de la montaña.
Aunque inferiores en número, los alemanes ofrecieron una dura resistencia, disputando el terreno palmo a palmo e intentando sacar de Sicilia el mayor número de tropas. Tan resuelta y tenaz era la firmeza, que Patton se vio varias veces obligado a flanquear la retaguardia mediante desembarcos a espaldas del enemigo. En uno de éstos realizado en Brolo, Jack Belden describe cómo fue rota la resistencia enemiga:
Soldados escoceses en NotoEscalamos los empinados lados de nuestros "patos" (embarcaciones de desembarco) y sobre ellos, semejantes a bomberos encaramados en un peldaño de escalera, aguardamos a que nuestra embarcación estuviera más cerca de la costa. El aire era sofocante. Un hombre vomitó. Esto me recuerda cuando solía beberme el quita barnices, dijo una voz, pero nadie se rió.
En la densa oscuridad no veíamos nada, sólo una lucecilla que pendía sobre nosotros en la negrura. En este instante hubo un sonido ahogado de un mecanismo en marcha. La gran puerta de rampa se abrió ligeramente. Un recuadro de luz gris se deslizó dentro. Sentados, sin perder de vista el reguero de luz, que iba haciéndose mayor, nos preguntábamos qué habría detrás de aquella puerta que descendía lentamente... Ahora dirigimos la mirada hacia las estrellas. A continuación vimos el pico escarpado de Monte Brolo, las crestas más bajas de las colinas, la húmeda boca del mar.
Nuestro "pato" se deslizó hasta el agua y nadó sin esfuerzo hacia la costa. El tubo de escape bajo el agua apenas sonaba. Cerca, un destructor apuntaba con sus cañones, amenazantes y silenciosos, pero dispuestos al disparo. Le echamos una mirada de agradecimiento y seguimos adelante.
En la playa brillaban dos luces amarillas como dos estrellas errantes. Nuestros ingenieros habían marcado bien la meta y nos dirigimos confiados hacia ella. Entonces, en una parte de la isla, una lluvia de chispas salpicó la negrura de bolas rojas y naranjas. ¿Eran explosiones nuestras o del enemigo? ¡Que importaba! La sorpresa había desaparecido.
Paramos el tubo de escape. Los motores rugieron abiertamente. Nuestros "patos", salpicados de espuma se lanzaron contra la playa.
Con una agitación instantánea se levantaron sobre el agua y sacudiéndose la espuma, avanzaron hacia tierra seca. Eran las 3,15... ¿Salten! ¡Salten!, gritó el mayor Fargo, jefe del batallón. Dimos un volteo hasta caer a tierra.
A ciegas, arando la arena con nuestros pies seguimos a Fargo. Las alambradas nos agarraron. Las tijeras comenzaron a funcionar, nos libramos de ellas y proseguimos la marcha.
Me agaché cuanto pude para no destacar mi silueta. Crucé un embarcadero ferroviario. Me deslicé por un jardín. Hice como si caminara por una cuerda floja. Había que mantener el equilibrio. Reprimí un deseo de reír. Tal vez me estaba volviendo loco a causa de la guerra.
No tardamos en llegar a un limonar. Las siluetas revoloteaban en la oscuridad. Se oían susurros: ¿Dónde está la compañía G? ¿Dónde la compañía F? ¿Dónde la carretera? ¿Y la colina? ¿Sigan moviéndose! Torcimos hacia la derecha, e hicimos alto ... Al girar bruscamente hacia la izquierda, por donde habíamos oído el murmullo de figuras en movimiento, nos topamos contra una línea de alambradas. Al detenernos silbó sobre nuestras cabezas un disparo de fusil. Instantáneamente empezaron a sonar tiros por todas partes. ¿Eran nuestros o del enemigo? ¿Qué más daba! Cualquier bala podía matarnos.
Nos echamos a tierra. Un sargento llamado Daily que se había unido a nosotros cortó un trozo de alambrada. Nos deslizamos por debajo de ella y no refugiamos tras un muro de piedra. Ya no sentía ganas de reir.
"¡Pap, pap, pap!", se dejaba oír un sonido en movimiento por la carretera. Una motocicleta. Instantáneamente abrieron fuego los fusiles desde un lado de la carretera. Los neumáticos chillaron sobre el pavimento pétreo. Un motor sonó a toda marcha, luego se extinguió.
Ahora rugía hacia nosotros el sonido de varios motores. Esperamos emboscados bajo el muro, tensos y silenciosos. Como un fuego crepitante, los fusiles y ametralladoras hendían el aire. Amparados por las ráfagas luminosas de las balas trazadoras, pudimos ver radios de ruedas y los fogonazos rojos de los proyectiles que pasaban a través de ellos.
Una explosión más fuerte sacudió el muro donde nos apiñábamos. El teniente Thomas Rodgers estaba disparando su arma antitanque. El resplandor de una llamarada despejó la oscuridad, dejando ver un camión escorado y el rostro despavorido de su conductor.
Luego, la oscuridad de la noche ahogó la llamarada y en las tinieblas, se oyó una colisión, cristales rotos y el alarido de un hombre.
La noche estaba llena de gritos, balas y figuras en movimiento. Imposible saber lo que sucedía. Un soldado puso su mano sobre el hombro de alguien y preguntó ¿A qué unidad perteneces? Una voz contestó Mein Gott. Sonó el disparo de una pistola, un grito y el estertor de la agonía.
Palermo, la ciudad más poblada de Sicilia, cayó en manos de los Aliados el 23 de julio de 1943. Tanques norteamericanos desfilando por las calles de la ciudad ante el entusiasmo, la expectación o la simple curiosidad de sus habitantesLos alemanes, amparados por la oscuridad y una fuerte cortina de fuego antiaéreo, rescataron en la llamada Operación Lehrgang (Aprendizaje), a más de 60.000 de sus 90.000 soldados, así como la mayor parte de su material y lo pasaron a través del estrecho de Messina a la península italiana. El 17 de agosto, después de 39 días de lucha, las columnas de Patton, seguidas de las de Montgomery, entraban en Messina, poniendo fin a la conquista de Sicilia. Las pérdidas aliadas fueron de 31.000 bajas, entre muertos, heridos y desaparecidos, por 37.000 bajas alemanas y 130.000 italianas
INVASIÓN ALIADA EN ITALIA Y SITUACIÓN DEL FRENTE (1943-1945)


Enlaces relacionados: Galería fotográfica de la Operación Husky
Fuentes:
Eyenwitness History of World War II
http://en.wikipedia.org/wiki/Allied_invasion_of_Sicily
http://digilander.libero.it/
http://www.eurasia1945.com